miércoles, 26 de febrero de 2014

Correr... Porque sí nomas.

Como cuando corrías con todas tus fuerzas, mientras el corazón te latía a mil y la boca se te secaba. Corrías, y cada tanto mirabas para atrás, pero jamás bajabas la velocidad. Corrías, corrías y corrías con una sonrisa tan grande, que después te dolían los cachetes. Corrías, por el hecho de haber tocado el timbre de una casa ajena, mientras la adrenalina se apoderaba de vos.
 O como cuando corrías con tal velocidad, porque alguien te perseguía. Y si ese alguien te tocaba, ahora eras vos el que la llevaba. Y si la llevabas, era como el fin del mundo, mejor correr y correr hasta no dar más. O simplemente correr, porque sí nomas.


¿Cuando es que dejamos de hacerlo? ¿Cuando es que la simplicidad se va disminuyendo, y para que te rías hasta que no da mas la pansa, tiene que pasar algo demasiado gracioso? ¿Porque tener que argumentar tus risas o tus movimientos? Como si saltar, correr, tentarse o imaginar fuese algo ilegal, inmoral o engordara.
  Se puede. Se puede conservar esa simplicidad, esencia y naturalidad. De hecho siempre esta, solo que aveces la olvidamos. Olvidamos que bajo tales acciones, ante un "porque" podemos responder un "PORQUE SÍ", ya que razones sobran (o no las hay. Es relativo).

Correr, porque sí nomas.