Admiro la simpleza de muchos, como cuando no creo en la complejidad de otros, o viceversa. Es difícil, hoy, mirar alrededor y seguir bien. Una imagen algo fuerte, la que tenemos. Oído sordos, es imposible de hacer, aunque para muchos no tanto, un poco dolorosa la imagen de contaminación, de lucha constante por cosas no tan importantes. Al menos para a mi. En la calle, todos apurados sin ver quien viene o quien va, un par de ceños fruncido y miradas perdidas. Flojo esto, no me gusta ver como cada uno se encierra en su mundo lleno de asensos, llena de trabajo en donde el tiempo para estar con su gente, para uno mismo, para el resto; estuviese como prohibido. Prefiero, de esa gente que hace la suya, su trabajo, pero sin dejar de lado esos momentos simples que ayudan tanto a el alma. Simples momentos, un cruce de saludos, una sonrisa, ganas de vivir, de sentir, aunque sea ese mínimo segundo en los cuales se caminan por estas calles, poblada de cosas que sirven para todo eso que nos hace recordar; que estamos vivos y que las sensaciones pueden estar a flor de piel. Que el sol te pegue en la cara, ver la antigüedad que nos quedan, ese tren que no funciona mas; pero cuando viajes podemos imaginar que hizo, albergarte de tantas historias. Cuanto que saber, que imaginar, que preguntarse. Cuanto por seguir, por ver y emocionarse.
